La premisa del cliente fue conservar el mobiliario existente y seleccionar un color disparador que resaltará tanto en la fachada como en el interior.
Se eligieron tonalidades de verde y azul para el mobiliario exterior, las carpinterías y la isla, que no solo actúa como soporte para la cocina, sino también como un punto de encuentro para los comensales. Esta paleta de colores se extendió a las cartas y la folletería del restaurante.
Para la barra, se optó por un material rústico como el calcáreo, enfrentando el desafío de adaptar un revestimiento rígido a una forma curva. Además, uno de los muros se recubrió de madera, conservando un espejo envejecido que aporta carácter al espacio.
Una vez más, las plantas adquieren protagonismo, y se diseñó un banco exterior que abraza un árbol existente, que se impone en la esquina, creando un ambiente acogedor y natural.